Mery, artesana tejedora de sueños

Mery, artesana tejedora de sueños

Mery es una mujer amorosa, respetuosa y muy trabajadora, que ha dedicado su vida al bienestar de su hogar, esposo, hijos y nietos. La artesanía le ha proveído de sustento desde muy pequeña. “Con el fruto de estos productos, mis hijos estudian, comen, se visten y muchas cosas más”, afirma Mery López, al hablar de su trabajo como artesana, una labor que realiza desde que era niña y que hoy, a sus 52 años, le permite llevar a su casa el único ingreso económico del hogar, ya que su esposo no puede trabajar, a causa de una enfermedad que padece hace 7 años.

“Con lo que gano invierto en comida, gas, luz... Mi vida siempre ha sido así, he estado pendiente del hogar, de colaborar. Desde que era niña empecé a elaborar artesanía con caña flecha y ahora con calceta de plátano”.

Mery hace parte de Orillo, una iniciativa que reúne a mujeres artesanas de la vereda Santa Inés, en Turbo, Antioquia, quienes aprovechan los residuos de la cosecha del plátano, o lo que se conoce como calceta u orillo, para producir individuales, portavasos, canastas, esteras y hamacas, que les permiten tener ingresos para ellas y sus familias.Esto en el marco de “Tejiendo Sueños”, un proyecto de empoderamiento a mujeres artesanas rurales, liderado por la Fundación PepsiCo Colombia y la Fundación ACDI/VOCA LA.

Llegó al Urabá antioqueño hace 35 años, después de salir de Montería, Córdoba, "con las manos vacías y con miedo de que unos ladrones que habían entrado en la finca que ella y su esposo cuidaban, regresaran a tomar represalias contra ellos después de que ayudaran a recuperar parte de un ganado robado. No teníamos opción de ir a ninguna parte y salimos de Córdoba para acá a buscar trabajo, dejamos a los niños donde una tía, y yo al año, cuando ya conseguí lo de los pasajes, fui a buscarlos. No volví a Córdoba sino hasta tiempo después, porque me daba miedo que me mataran”.

Empezó a trabajar en las bananeras. Durante el primer año se iba a pie desde su casa, salía a las cuatro de la mañana para llegar a las 6:00 am, hora en que iniciaba su jornada laboral, hacía labores del campo y a las 6:00 pm volvía retornaba a casa. Luego compró una bicicleta y el trayecto que era de dos horas, pasó a ser de una. Así estuvo por seis años.

Con el conocimiento artesanal de la caña flecha, que aprendió cuando aún vivía en su natal Montería, se decidió a innovar con la calceta. Ser artesana le ha permitido dedicarse a su hogar, tener tiempo de calidad, cuidar de su esposo y disfrutar a sus nietos. “Yo me levanto a las cinco de la mañana para enviar a mi nieto al colegio, le preparo el desayuno, le doy de comer a las gallinas, me baño, arreglo cocina, organizo todo y de ahí, cuando ya son las ocho me pongo a hacer las labores de artesanía, trabajo de 8 a 10 am, más o menos. Después hago el almuerzo, lavo, y ya dejo ahí hasta la tarde, que retomo el trabajo, o si tengo que hacer algo, salgo, regreso en la noche y por ahí a las siete me pongo a hacer los productos o a arreglar material hasta las 10 pm”.

Gracias al proyecto, Mery y las demás emprendedoras de Orillo, mujeres de todas las edades, en su mayoría madres cabeza de familia, recibieron talleres virtuales y presenciales que les permitieron innovar y mejorar los productos existentes, desarrollar nuevos y aprender a calcular adecuadamente los costos de producción, para definir precios acordes al mercado. Con el acceso a nuevas tecnologías lograron optimizar los procesos de comercialización y mercadeo. Además, fortalecieron sus habilidades para el trabajo en equipo, la resolución de conflictos y la comunicación asertiva. 

“Estamos muy satisfechas, nosotras trabajábamos con la calceta, pero no habíamos hecho nada diferente. Con el proyecto creamos otros productos que no se nos habían ocurrido, nos capacitaron y aprendimos a hacer canastos, hamacas y esteras. Tinturamos el orillo con colores para que hubiera una textura diferente y mejorar los acabados. Antes, no vendíamos grandes cantidades, con el proyecto hemos tenido ventas muy buenas”, dice Mery.

Las artesanas de Orillo, han encontrado en la calceta del plátano la oportunidad de trabajar desde sus casas y cuidar a sus hijos, al tiempo que obtienen ingresos.“Cuando no nos dedicábamos a esto, las otras mujeres sembraban y trabajaban en las plataneras, ahora obtenemos ingresos gracias a la calceta de plátano que sacamos de nuestras fincas o compramos en fincas vecinas, ya hay muchas mujeres que tienen ese ingreso a través de la artesanía. Nos reunimos en la finca, nos repartimos el trabajo y cada una entrega sus productos el día antes del envío, se revisa la calidad y se despacha. Espero, si Dios permite, seguir adelante y capacitar a más mujeres”.

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